Caligrafía del cuerpo humano

Caligrafía del cuerpo humano

El día de ayer me besé con un extraño
y puedo decir que no me fue tan mal.
Cuando nos enseñan a escribir,
nadie nos dice qué sucede si te sales del renglón.
Alguien nos dice que está mal
y nosotros crecemos pensando que es así.
Me besé con él porque reconocí la libertad
de decisión.
Él me dijo: «No confíes en nadie»
y lo primero que hice fue reír.
Aquí el único que hace lo que quiere, amor mío,
soy yo.

Y hoy no me siento arrepentido
de haber hecho lo que quise,
porque descubrí que salirme del renglón
no esconde nada malo,
que afuera hay una serie de experiencias
que el miedo no nos deja ver.
Es como tener miedo de la noche:
si dejas que te venza
jamás tendrás la oportunidad
de apreciar todas las estrellas.

Por supuesto que sabía que no había vuelta atrás,
que una vez que la página acabara
no regresaría yo a ser igual.
Y aun sabiendo eso no dejé de disfrutar
sus besos escribiendo sobre nuestros labios
lo que ninguno de nosotros
se atrevió a decir con las palabras.

Puedo decir que anoche escribí
una de las mejores noches de mi vida:
no por lo que hice,
sino por lo que me atreví a hacer.
Descubrí que el fracaso no está en no tener
lo que queremos,
sino en ni siquiera hacer el esfuerzo
en intentarlo.

Y éste soy yo,
y no diré que fue culpa del alcohol
o de la sexualidad a punto de quebrarse
entre los dos,
porque no fue así:
se sintió como la libertad de hacer mayúsculas
en un espacio
dedicado a otro tipo de puntaje.

Al final me pidió perdón cuando se besó con otro extraño,
y yo me eché a reír.
Lo tomé entre mis brazos,
lo miré a los ojos
y sólo le pedí que hiciera
lo que más quisiera hacer.
A mí nadie me lo dijo nunca,
fue algo que me tocó años entender,
pero una vez que lo descubres
te das cuenta
del espacio en blanco
que has desperdiciado
por el miedo a escribir
fuera del renglón.

29/06/2013

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