Cielos invisibles

Cielos invisibles

Hay cielos que nunca cambian de color:
con el paso de los años
más bien es este cielo
el que nos ve cambiar.

Algunos nos criamos en las ruinas,
otros nos criamos en el mar.
Crecemos entre brisa
y las canciones de la cuna
que con toda su dulzura
nos arrullan siempre hasta el final.

Cuando me acuesto a ver al cielo,
o cuento las estrellas
o cuento varias nubes.
El sol no es impedimento
para que vuele en el desierto
y llegue adonde quiera
tan sólo con quererlo.

Hay noches en las que logro ver más allá de lo visible,
en la que encuentro la sombra de mi tiempo:
un tenue olor llena mi cuerpo de corriente
y me hace verlo todo diferente.

Así también hay días
en los que logro ver el sol de frente:
con sus arrugas y defectos.
Un aircoíris de colores
que deja a cualquier tonto sin aliento.

Cielos invisibles
no existen para todos.
Muchas de las veces son sólo un privilegio:
Un regalo para los que siguen conversando
y arrojan su sueño a una nube
con la ilusión de que vuelva hasta sus manos.

Cielos invisibles
no se aprecian con cualquier atardecer.
Uno debe estar tranquilo,
atento,
con la mirada hacia arriba
y con el corazón abierto.

20/12/2015

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