Hace mucho que no suelo enamorirme.
Todo terminó tan mal la última vez
que no me quedaron ganas de intentarlo nunca más.

Enamorirse es cederlo todo,
dejarse ir.
Ser el viento calmo de un día soleado,
pero también la tempestad de un día inusual.

Enamorirse es fundirse con el otro
tan sólo con mirarse a los ojos.
Es reconocer que existes en el mundo de alguien más.
Enamorirse es sentir el cuerpo palpitando en cada beso,
saborear el deseo en cada espacio de la piel.

Enamorirse es sentirse vulnerable,
expuesto a la incertidumbre del amor.
Enamorirse es como quitarse la ropa frente a un espejo:
Descubrir la propia anatomía,
hacer hervir los sentimientos
hasta alcanzar la ebullición.

Es despojarse de los miedos de uno
y de los juicios que cargan los demás.
Enamorirse es serlo todo y consumarse.
Sentir expuesta la inocencia,
la malicia,
la verdad
y la mentira
de esas sensaciones
que a veces no queremos explorar.

Enamorirse es fundirse en el silencio.
Regalarse unos minutos de soledad.
Es suspirar entre vapores
y ver al techo
sabiendo que ha ocurrido
lo que habías tratado de evitar:
Enamorirse es exhalar tu último aliento
junto aquél de quien no te querías enamorar.

2016/07/03