Nadie sabe lo que te pasó,
por qué motivo
amaneciste muerto,
o si te moriste en el camino,
pero probablemente el mundo entero
volteó a verte
con la misma paciencia
con la que tú
lo miraste
todo el tiempo.
Si alguien te pisó la sombra,
o si el destino abrió la puerta
y se interpuso en el camino,
eso jamás lo sabremos con certeza.
Te paraste en medio del incendio,
saliste sin quemarte;
hubo varias ocasiones en que el fuego
sólo iba por ti a buscarte.
Y escapaste.
Rehusaste ser ceniza,
no quisiste ser silencio.
A diferencia de los que afuera gritan,
decidiste abrir aún más los ojos
para mostrarnos injusticias.
Y según tú, viste fantasmas,
y según tú, alguien contó tus pasos.
Los demonios que en ti habitan
te envolvieron en sus brazos
y te condujeron de regreso
al sendero que ya habías abandonado.
No sabremos si la luna
tuvo la fortuna de besarte,
o si te despediste de nosotros
y de todo lo que nos dejaste.
Por lo que nos compartiste con tus ojos
es como hoy te recordamos:
por la alegría de tus colores,
por las variaciones de tus tonos.
Parpadeaste
y nos devolviste la memoria.
No olvidar
es lo que nos toca
a nosotros.
09/08/2015