Luna llena
Despierta,
es de noche.
Descubre el claro
dos cuerpos abrazándose
sin manos.
En cada uno transcurre una vida
preguntándose cómo será la piel ajena.
Se esconden.
¿De quién?
Hay una sombra omnipresente que los acompaña.
Maldita luna,
dicen ambos,
ojalá se fuera para que siguiéramos besándonos.
Pero no sucede,
nadie sabe dónde se esconden
nuestras manos.
Cuarto menguante
Y sin quererlo ya están lejos,
extrañándose,
cada quien a su manera
:
Uno escondiéndose
en la estética del vacío.
El otro llenando de palabras el espacio.
Y no se han dicho nada.
La luz ha quedado implícita
como una mácula
que enciende ambos recuerdos.
Como el vino,
los dos dejan pasar los años
y los días
para saborear el jugo de su ausencia
en el próximo reencuentro.
Luna nueva
Y desaparecen,
ya no están.
De ellos queda la memoria,
el halo.
Los murciélagos,
chocando entre cavernas,
degustan del polvo variedades.
La oscuridad es un espectáculo
que ellos esperaban
y que finalmente los cubre
con sus sábanas.
Ya son cómplices
los tres.
Sí,
porque al final terminan siendo tres.
Y uno deja pasar la luz
haciendo agujeros con estrellas
para ver los destellos
de una implosión ajena.
Y ambos no se dejan ver;
piensan que cubrirse
con la noche
los dejará fuera de rastro
en la mañana.
Luna creciente
Y termina,
y los dos cantan canciones
cada uno en su cuna.
Se llaman,
ven al cielo.
Entre ellos hay deseos
que construyen telarañas.
Y así se buscan,
escondiéndose.
Envían señales entre códigos,
sueñan y se guían por el sonido
de sus corazones solitarios.
Uno llora, se arrepiente.
El otro es muy seguro
que aún no entiende
la existencia de un amor velado
que bajo todo este misterio
aún lo quiere enamorado.
04/11/2012