Mañana, dijiste ayer

Mañana, dijiste ayer

Mañana,
dijiste ayer,
con tu seguridad intacta
que cualquier otro inocente
llegaría a creer.

Mañana fue el paraguas
que tomaste
del armario
al salir
de casa
cuando claramente
sabías que hoy
no iba a llover.

Pero yo sé cuánto
duran tus mañanas:
a veces más que ahoritas;
otras, nunca llegan.
Luego tengo la impresión
de que vives en un mundo
que no cambia,
donde tus palabras
carecen del tiempo
y del espacio,
pues no saben distinguir
entre el arriba
y el abajo,
o sujeto y predicado.

Mañana,
dijiste ayer,
y me quedé esperando
a que algo diferente
llegara a suceder.

Tus promesas
son moneda
sin valor.
Discursos devaluados,
carteras vencidas
que es mejor
arrumbar en el buró.

¿Cuántos mañanas
me debes hasta hoy?
No sigas insistiendo.
Créetelo si quieres,
que a mí ya no me engañas.
Mañana, me dijiste ayer,
y aún sigo pensando
si algún día de éstos
me llegarás a convencer.

Mañana, dijiste ayer,
y al ver que no llamabas
fue la ilusión
la que en mi mente
se empezó
a desvanecer.

Mañana, dijiste ayer,
y esperé como una mosca,
pegado a la ventana,
a ver si alguno
de estos días
tenías las dignidad
de aparecer.

Yo no sé si es el orgullo
o tu vergüenza,
o si en verdad
sólo es como eres
y los demás
no te interesan.

Mañana, dijiste ayer,
y yo aún guardo
la esperanza
de que seas honesto
cuando hablas
y aún te pueda ver.

Mañana, dijiste ayer,
y me pregunto
por las noches
a dónde van las lágrimas
que derramo
cada atardecer.

Mañana, dijiste ayer,
y yo aún espero
como un tonto
sin saber muy bien
qué hacer.

10/05/2015

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