Mi cama no me ama

Mi cama no me ama

Doce de la noche.
Mis ojos abiertos a la nada.
Paredes de papel
por las que se cuelan
noticieros,
películas y series,
conversaciones de novela.
Oigo transpirar la calle,
le cuento mis secretos a la almohada.
Pienso que quizá cuando amanezca
mi vida sea como esperaba.

Dos de la mañana.
Ruedo en el colchón
y me envuelvo entre las sábanas.
Apago la luz de mi conciencia
para no pensar más en sus palabras.
¿Pero cómo olvidar su voz tan dulce,
su mirada tan profunda,
sentir su pecho a mis espaldas?

Tres de la mañana.
Miro las estrellas
a través de mi ventana.
Me pregunto qué está haciendo:
si estará de fiesta
o ya durmiendo
o si se acordará de mí
los fines de semana.
No resisto tentación:
comienzo a repasar conversaciones,
a mirar fotografías,
a seguir paso a paso
todo eso que publica.
Veo si aún se encuentra activo,
si aún se encuentra en línea.
No duermo de saber
que no soy el único en su vida.

Seis de la mañana.
Me duele la cabeza;
fue una noche larga.
La madrugada se evapora
con el sonido de mi alarma.
¿Qué ha pasado?
¿Cómo ha sido?
Veo de nuevo la pantalla
y no comprendo
cómo me ha quitado el sueño
alguien que no quiere estar conmigo.

Me levanto,
apenas separo las pestañas.
Arrastro las cobijas
hasta el baño
mientras preparo mi jornada.
Me salgo a trabajar,
sólo sueño con volver a casa.
No habrá café suficiente en esta tierra
que me despierte tanto
como sus mensajes o llamadas.
Ojalá me busque
y me diga que me extraña.

Así empieza otro día,
pero apenas puedo con mi alma.
No sé por qué
pero a veces
tengo la impresión
de que mi cama no me ama.

28/09/2014

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