Morir desnudo

Morir desnudo

Muero muy seguido,
cuando el tiempo tiene prisa.
Sobre todo en los domingos,
en noches que la luna se mete hasta mi cama
y ronronea
hasta quemarme las pestañas.

Sé hasta el fondo
que cada quien
vive su propia muerte.
Que hay unos que prefieren morir en lunes,
pero que yo ya he dicho
que me gustaría morir en viernes.
Que el invierno
es la peor época del año
para despedirse,
porque no hay consuelo
que caliente el frío
espectro que queda
tras haber dado
el último aliento.

Hay veces que muero cuando estoy contigo,
sin que te des cuenta
porque estás dormido,
pero me quedo así a tu lado,
sin moverme,
calladito para no molestarte
porque no respiro;
sólo viendo el paso
de los días
pasar frente a mis ojos:
sin color,
sin sonido.
Sólo yo frente a la vida
y observando las escenas
que se quedarán vacías.

Es ahí donde me meto a soñar;
sólo por curiosidad,
porque me dan ganas de saber
qué pasará cuando no esté aquí.
Si se acordarán de mí,
o se reirán.
O si de mí se olvidarán
cuando no haya más
por qué llorar.

Por eso hay veces,
en las que casi me dejo llevar
pero me regreso,
porque quiero estar despierto
cuando mi hora llegue:
ver el sol brillar
o la noche disolverse
en mi memoria.

No quiero morir dormido.
Si la muerte ha de llegar,
que me tope viéndola de frente.
Que sepa que conmigo no tendrá la suerte
de verme morir como ella quiere.

21/02/2016

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *