No te pedimos que bailaras jazz

No te pedimos que bailaras jazz

Humo de cigarro;
la noche canta tu presencia.
Mesas, sexo, escupitajos,
entre juegos de cartas
y unos dados.

La rocola, estancada entre décadas pasadas.
Extrañando los cometas
y las voces
que no hicieron los poetas.

Y así bailan los enamorados,
los que a nadie tienen,
los borrachos.

Los senos se asoman entre encajes,
las manos finas
buscan la entrepierna.
Del ronco pecho salen chupamirtos
tentando bocas,
picando oídos.

Otras eras eran las que estaban
ya cantadas;
no nosotros que apenas estamos empezando.

Jamás te pedimos
que nos sacaras a bailar.
Más cuando el suelo se mueve
a una velocidad
que tú y yo juntos
no podemos alcanzar.

A dónde quieres que lleguemos
antes de que te vayas a dormir.
Los sueños son de uno,
y de repente se quieren compartir,
y sin darte cuenta ya son tres.

Pero así no sirven las cosas:
Hay melodías que se cantan
y otras que sólo son para bailar.

Permíteme la pieza,
tendré que ponerme de pie otra vez;
no susurres al oído
tentaciones que no quieres ver pasar.
Así somos los de siempre,
los de antes que fuimos muy bohemios
y no nos subíamos a cantar.
Date media vuelta,
te quedaste solo porque ésta no era
la ocasión.
Sabías las consecuencias
y aún así insististe:
no te pedimos que bailaras jazz.

31/03/2013

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