El corazón es una isla
a la que los solitarios quieren arribar.
Es la ilusión de tierra firme:
la amalgama de la sangre,
los recuerdos y emociones
que construyen el hogar.
Huyen las parvadas de tormentas
y tormentos.
Allá de donde vienen
brotan guerras
como flores,
sembradas por el odio
y el rencor que profesan
nuestros dioses.
El cielo azul es el mismo para todos.
La noche y las estrellas
caen igual sobre los hombros.
Son los hombres quienes ven fronteras
y construyen muros frente
a nuestros ojos.
Allí es donde cambiamos de color,
allí es donde hablamos otro idioma,
allí es donde dejamos de ser hermanos
y nos convertimos en extraños.
La desesperación aumenta el tiempo de este viaje,
hace lento este trayecto
en el que atardecen las sonrisas
y se seca la última gota de coraje.
Para llegar al corazón
uno tiene que aferrarse
al último resquicio de vida
que le queda:
ese orificio diminuto
en el que la esperanza aún respira.
Quién podría pensar
que algo puede salir mal
en este día.
Las olas acarician
la orilla con ternura
y van dejando
en cada grano
un nombre que jamás
se olvida.
El corazón es esa isla
con cabida para todos,
pero a la que nunca llegaremos
muchos de nosotros.
06/09/2015