Sol de agua

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Hoy creo que vi salir un sol de agua.
Lo vi amanecer y,
al abrir los ojos,
su mirada penetró por mis pupilas
y estremeció todos los rincones de mi alma.
Me quedé mirándolo,
pensativa,
esperando a que por un segundo
su sonrisa
calentara los espejos
que se empezaban a formar
en mi memoria.

Pero me quedé aguardando,
desnuda entre las almohadas y cobijas
en las que anidaban mis escamas.

Y por más que lo abracé,
que le pedí que se acostara,
su cuerpo junto al mío se sentía como esqueleto.

No reconocí el color,
ni el cielo,
ni las nubes,
ni la temperatura.
Lo que ese día tomé entre mis manos
fue el tiempo escurrirse entre mis dedos,
como el reflejo del sol en un lago.
Una ilusión,
un amor de los que no queman la vista
cuando lo miras a los ojos.

No supe qué hacer;
no supe si tenía que ser yo
quien incendiara su presencia.
Porque increíblemente,
a pesar de lo helado de su esencia,
su piel quemaba:
sus labios y palabras
dejaban cicatrices
a su paso.

Hoy creo que vi salir un sol de agua.
Y si debo ser sincera,
hubiera preferido no haberme despertado.

2016/11/24