Vengo tarde a mi cita conmigo

Vengo tarde a mi cita conmigo

Vengo tarde a mi cita conmigo,
a conocer el mundo
y lo que he dejado atrás.
Podría hablar con cada uno de los días
que han transcurrido,
preguntarles cómo están.
Quizá alguno de ellos
me diga que está bien
si es que mis recuerdos
no se han hundido en el olvido.

Cuántos años han pasado
desde la primera vez
que anoté mi nombre
sobre una hoja de papel.
Aún vuelve el aire a tierra seca,
a neblina relegada en el sueño
oculto en las montañas.

Hay cosas que no cambian después
de un año.
Las llegadas tarde,
las ausencias,
la luna que,
a pesar de hermosa,
le hacen falta las estrellas.

Quien dice que del pasado no se aprende,
o no ha vivido,
o no siente el pasar del tiempo por la piel.
Por eso,
hoy que el mundo cae,
yo me siento más tranquilo.
Mis huesos son los silos
que ven la civilización
retroceder al paso de los siglos.

Puedo verme a veces
renacer;
observar cada una de mis vidas
y llorar por las pérdidas.
Ahí estoy yo queriéndome decir
cómo hacer las cosas.
Pero prefiero a veces yacer
con la vastedad del universo.
Cruzar mis brazos y observar
cómo voy cometiendo mis errores,
cómo aprendo a fracasar.

Algún día volveré a sentir
lo que me dijiste aquella vez:
procuraré no estar tarde
donde no me necesitan,
donde el presente se oxidó
y quedó varado,
donde ya no corre el aire,
donde todo,
absolutamente todo,
ha sabido existir
sin mí a su lado.

08/11/2015

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