Verle a uno dormir

verle a uno dormir

Me dijeron una vez
que no hay momento
más preciso
para experimentar la inocencia
de otro
que verle a uno dormir.

Y creo que es verdad.

A veces me siento amanecer
en medio de la playa.
En la oscuridad,
viendo al sol reptar inocente
por entre las persianas.

Oigo entonces una respiración mecánica,
una marea suspendida
de aire y sueño
que sopla justo en mis oídos.

Creo que puedo oír gaviotas,
sentir la brisa cargando paz
y la repentina humedad del clima.

Mis pies descalzos dejan huellas
de preguntas
y el agua en vez de resolverlas
me deja con más dudas.

Me llega el silbido de la primavera;
vivo suspendido en una isla
de la que no quiero salir
porque no quiero
que deje de ser mía.

Si te miro y siento tu presencia,
no tengo nada en qué pensar
sino en suponer qué sueñas.

Y cuando la luz me cubre
con su sábana,
me veo contigo
en una habitación
en la que los ruidos de la vida
tocan a la puerta.

Me gustaría apagar el sol.
Dormir a tu lado otra hora.
Estar junto a ti
como a veces me lo pides
y vivir nuestro día
desde la cama.

Pero comienzo mi rutina
en la paciencia del silencio.
Tratando de volar
y de no quebrar el cristal tan fino
que te separa
de mis volubles sentimientos.

Si te veo dormir,
se detiene el tiempo.

Vuelvo a ser un niño.

Recuerdo qué hago aquí.

Lloro.

Otra vez me siento vivo.

Me dijeron una vez
que no hay momento
más preciso
para experimentar la inocencia
de otro
que verle a uno dormir.

Y creo que es verdad.

01/05/2016

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