La vuelta al color

La vuelta al color

Pocas cosas en la vida me hacen reír. Desde hace mucho decidí esconder mi alegría bajo una cortina sin expresión.

Así se labró la tierra, y ahora que trato de que el río de la dicha fluya por mi rostro, no hay caminos ni veredas que conduzcan lo que siento por un sendero de felicidad.

Pocas cosas en la vida me hacen sonreír. Considero que sólo aquello con cierto grado de inteligencia y originalidad logra colarse hasta mis emociones y remover un grado de ilusión de lo que me gustaría hacer en esta vida.

Comencé a escribir para escuchar cómo sonaban mis palabras. Deben saber una cosa: Detesto mi voz; demasiado grave, plana, líquida. En cambio, mis palabras son más rítmicas, sonoras, musicales. Crean imágenes, activan memorias. ¿Y qué es al final la vida sino lo que recordamos de ella?

Hace tiempo que no suelo estar solo. Tengo una relación. Envidiable, podrían pensar algunos, pero para mí sólo es un hombre con el cual comparto la cama por las noches. He llegado a pensar que somos como dos gatos teniendo una relación, si es que eso es posible, y haciendo lo que mejor saben hacer: estar solos.

Los soñadores somos imposibles; ya me lo habían dicho. Saltamos de sueño en sueño buscando ilusiones. Fragmentos de una curiosidad intangible que pueda crear más momentos que nos den vida.

Por eso voy buscando mundos, canciones, poemas. Como los niños de ese cuento: dejo rastros que me conduzcan a revivir esas experiencias que más significativas han sido para mí.

Y a veces me toca conseguir vidas vacías. Intentos mal logrados de metas que alguna vez fueron sinceras pero que al día de hoy han quedado como autos mal varados a la orilla del camino.

Y en ocasiones me subo a algunos y finjo que soy el gasterópodo que sigue una fe ciega hasta el fin del mundo.

Muy pocas cosas me hacen reír en esta vida. Cosas que no puedo hacer yo, por ejemplo.

07/07/2013

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