Rosas en el oído

Rosas en el oído

A ese hombre
le nacen rosas del oído.
Se ha dejado ir al mar.
Espera,
impaciente,
como si cada ola
pudiera contar los segundos
que se escapan por su mente.

Hace sol en el camino:
la arena
se condensa
para darle paso
a las huellas
momentáneas
que serán arrastradas
por el tiempo.
Miro al cielo
y digo
si todo lo que ha sido
tuvo alguna razón de ser.

A ese hombre
le nacen rosas del oído,
y lo único que escucha
es el zumbido de la abeja,
los suspiros
de las nubes,
el ronquido de la tormenta.

Su rostro muestra
los caminos recorridos,
los errores;
las palabras
que dejó encerradas
o que nunca dijo,
y que hicieron surcos en su piel.

Su vista está cansada,
los colores y la luz
le han quitando
días de la mirada.
No distingue ya
entre sombras y sonrisas.
Quién fuera él
para tener sus ojos
que han visto el amor tan cerca
más que muchos de nosotros.

A ese hombre
le nacen rosas del oído,
y cada noche va a dormirse
entre el perfume
del olvido,
y las espinas
que han llenado su cuerpo
de orificios.
Por ahí
hacen su andar los ríos,
por ahí desciende
la cascada
que termina
en remolino,
y que transforma todo
en un vacío.

A ese hombre
le nacen rosas del oído.
Y quizá algún día
pueda ponerme
un poco de atención
y escuchar todo lo que digo.

19/04/2015

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