A veces cae la noche
y el silencio ya no se levanta.
Piden permiso los murmullos
cada vez que toman la palabra.
Son los gatos
muchas veces
quienes buscan en las sombras
los roedores impacientes.
El viento se desvanece en la ventana,
la fricción hace sonar a los perplejos.
Para las orejas,
escucha lo que dice Wagner:
de repente hay algunos
que no confían en los amigos
porque se sienten más seguros
junto a sus propios asesinos.
¿A dónde van los gatos cuando llueve?
Suelto la pregunta al aire
y es como un caleidoscopio
que no parece terminar.
Algunos dicen que se absorben
en la noche,
que van en caza de agujeros
entre nubes
a ver si de casualidad encuentran
un trozo de queso.
Hay otros que creen
que abren su boquita
para deleitarse
con el sabor de las estrellas.
Nadie sabe con certeza
por qué desaparecen,
por qué le temen a la lluvia
ni por qué consigo llevan
nueve vidas de por medio.
Probablemente en cada una borren
la desilusión de haber sido olvidados
por ese amor efímero
que no tenía sentido.
¿A dónde van los gatos cuando llueve?
sigo preguntando
y aún no hallo eco en mi respuesta.
Algunos dicen
que se acuestan en las nubes
y duermen tan contentos
que cuando despiertan
están entre recuerdos
siguiendo propias huellas
que los guían a madrugadas.
A días imaginarios
vestidos con la noche.
09/09/2012