Esta escena me suena conocida:
Estás tú frente a todos
fingiendo quién te escoge
cuando eres tú
quien en verdad pone la pista.
Eres tan común
que ya todos se saben
cada una de tus líneas.
Siempre eres
el pretexto idóneo
para alzar las copas
y medio enloquecer.
Cuántas bocas te han probado,
ni quisiera yo saber;
en cuántos sitios no has estado
viendo cómo todos
sólo esperan
a escuchar algo de ti.
Aunque te pongas lo de siempre
o salgas a la calle
tal si fueras dj
o bohemio,
cualquiera podría reconocerte
con ese afán provocador
del que siempre te gusta presumir.
Cuántos no te sueñan cada noche,
ni quisiera yo saber,
cuántos no te tocan en su cuarto,
en las fiestas
o en sus coches.
Te paseas así en la vida
con tu estilo desgarbado.
Sin ninguna seriedad,
sin otra cosa que ofrecer.
A veces eres predecible
que bien podría adivinar
qué vas a decir.
Y aún así sacas a bailar a otros,
les secas la garganta
y haces olvidar a todos.
Nunca te ha importado
cansarlos en su propia sala
en sus camas
o en el antro.
Incluso te ufanas
sin vergüenza alguna
de que los vecinos
oigan ese escándalo
de gritos y gemidos
que suenan ensayados.
Qué puedo yo decir,
a veces te prefiero
cuando nada dices
y sólo dejas escuchar
el latir del corazón.
Qué puedo yo decir,
incluso así me gustas,
aunque cada vez
que nos topamos
tenga que luchar con otros cuantos
para que sobresalga de entre todos
el sonido de mi voz.
30/09/2012