
Hay cenizas que han quedado abandonadas. Huesos calcinados que guardan evidencia de recuerdos desahuciados.
El hombre solitario va y hace su camino removiendo escombros que otras civilizaciones han dejado.
En su momento no se sabe, pero lo que con el tiempo se construye no es más que un campo de batalla. Tierra fértil desangrada en la que hacen más ruido las bombas al caer que cuando estallan.
Uno libra las cruzadas que uno quiere por la gente que más ama. Aunque esa gente nunca esté consciente de todo lo que pasa.
Como el odio, la guerra es una idea que uno aprende y guarda esperando el mejor momento para usarla.
Y así hay guerras que llevamos con nosotros. Ansiedad que va soltando pólvora sobre todo lo pasado. Equilibristas entre el fuego vamos caminando, esperando no quemar a nadie ni tener la mala suerte de quemarnos.
Soltar la guerra es a veces necesario: Olvidarnos del peligro y de lo que hace daño.
Soltar la guerra y lo que está con ella: el sudor, las lágrimas, las raíces, el dolor, las cicatrices.
Soltar la guerra hasta quedarnos solos, desarmados, esperando por la paz o por algún intento inesperado de la tregua.
Soltar la guerra y sabernos derrotados.
Sentirnos satisfechos, olvidados.
Soltar la guerra y lo que nos ata a ella.
No mirar atrás.
Soltar la guerra, aunque nos duela.
Collage por @Luiisao