Los sinestésicos

Los sinestésicos

Nosotros somos los sinestésicos;
poco ha sido dicho de nosotros.
Somos los que olemos sensaciones,
los que saboreamos las figuras,
los que oímos los colores,
los que vemos los sonidos.

Que el limón huele como a un bosque,
o que la nube sabe como un mar
es lo que siempre hemos sabido.

Con la vida fuimos aprendiendo
que la piel es sólo un filtro
por el que la luz encuentra consistencia.
Fuimos aprendiendo a escuchar todos los números
y a medir la frecuencia en las palabras.

Para nosotros cada día
es un bombardeo de mil estímulos
que debemos aprender a controlar.
Muy pocos son los que descifran
que el cielo azul sabe a mandarina
y un día nublado es terroso como arena.

Los sinestésicos somos baristas de emociones:
conocemos la onza exacta de experiencia
que a cada uno le hace falta.
Servimos música atractiva al tacto
para enamorar a los que con besos
saben que en verdad no son amados.

Encendemos cigarillos
que a veces huelen a sonrisas
y otras a tiempos muy desesperados.

Se dicen muchas cosas de nosotros;
por ejemplo, que vivimos pocos años
y nacemos en agosto.
También que soñamos como zurdos
y olemos la miel
que se derrama de lo más sincero de los ojos.
Pocos saben quiénes somos:
a veces somos mito,
otras, algo de leyenda.
Lo que es verdad
es que somos sinestésicos:
los que oímos las heridas,
los que soñamos en figuras;
los que vemos los sonidos,
los que oímos las mentiras.

18/11/2013

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