
Hay cosas de las que uno no puede escapar: del aire, por ejemplo. El mar que nos en envuelve con su aliento: nos persigue, nos susurra; se queda a nuestro lado en la oscuridad y en el silencio. Hay cosas de las que uno no puede escapar: de la gravedad, por ejemplo. Tijeras que reducen alas y despluman sueños. Piedras que nos atan y nos mantienen en el suelo. Hay cosas de las que uno no puede escapar: de la muerte, por ejemplo. Precavida y lenta mancha que avanza con el tiempo. A veces nos consume desde afuera; otras, nos carcome desde adentro. Hay cosas de las que uno no puede escapar: del momento en que la tierra cruje y todo queda suspendido en movimiento. A veces dan ganas de volar y escapar y regresar a tocar el piso en un mejor momento. Pero no. No podemos escapar de cosas que tenemos que vivir. pesadillas silenciosas que nos llaman a gritos. Miedos compartidos que no sabemos describir. Aguantar la respiración resulta inútil cuando te encuentras atrapado bajo los escombros de aquello que pensaste que no se iba a destruir. Hay cosas de las que uno no puede escapar: de la noche, por ejemplo. Que siempre llega para darnos el alivio, aunque muchas veces, también remordimiento. Hay olas que rompemos y espuma que nos mata. Espacios que llenamos con memorias y otras cosas que nos hacen falta. Lugares muy inmensos donde la sufrimiento cotidiano ya no sabe a nada. 08/10/21