Es probable que un día me levante
con un mensaje tuyo en mi bandeja
y ahí estás tú
como no sabes mejor ser:
regañándome,
no prestando ni un poco de atención en lo que digo
y quitándole valor
a todo lo que hago.
Y cómo puedo defenderme
ante tus palabras
si lo que me pides
es lo mismo que quieres
que ya no haga.
Me quedo justo yo en medio
de la solución y del problema
y ahora tengo que encontrar
un buen remedio
para fingir no ser
quien ya no era.
En qué desastre me he metido
tratando de cuidar
aquello que pensé
que era sencillo.
Y entonces tú te paras
y discutes
y te quejas
y criticas
y reclamas
y entonces yo ahora no sé bien
si seguir creyendo en eso que tú amas.
Muchas veces no sé lo que quieres
y otras veces no sé cómo dártelo.
Si no fueras tan voluble
quizá yo viviría menos estresado
de pensar qué es aquello
que ocurre
que te tiene despistado.
Y lo siguiente que me dices
es que siga intentándolo,
que empuje algo
que va en contra de mí
y quizá también en contra
de aquellos a quienes lo pido.
Pero qué hacer
cuando me dices que eso es importante
y yo creo que debo dártelo,
porque a veces creo que no sabes lo que tienes
y mucha otras no sé como quitártelo.
09/12/2012