Treinta y seis veces cada pierna. Como si un remedio así de simple suficiente ayuda fuera.
Superstición, diría cualquiera, fuiste lo que siempre quise y no pensé que sucediera.
Pero cómo puedo yo olvidar todas esas ocasiones en las que feliz te enviaba flores sin saber que no te las quedabas, sino que se las regalabas a otro hombre.
Estoy seguro de que él nunca lo supo, y que la pasaron muy bien juntos, a pesar de lo que hubiera yo querido.
Y no te culpo. Nuestro amor fue un remolino en el que lo más sencillo hubiera sido que me hubieras dicho cómo se llamaba él. Estoy seguro de que lo hubiera comprendido sin necesidad de tanto estrés.
Y hoy aquí me dejas: contando ovejas en noches tristes donde no tengo la certeza de si aun me amas o si ya no te interesa.
No existe receta que ayude a que yo duerma. No me queda nada sino las ojeras por pensar en las promesas que se quedan sin razón de ser.
Y ahora aquí me tienes: contando de 3 en 3, en orden o a la inversa. Tomándome cocteles de rivotril, melatonina o CBD.
Aun no te has dado cuenta, pero de qué sirve que te escriba mil poemas si no entiendes el problema.
Tomaste todo eso que podías sin preguntarme si quería. Y ahora aquí me tienes: Contando ovejas en noches tristes en las que me da igual no poder dormir.
Cruel ambivalencia sin saber si quieres irte o mejor te quedas, aunque el silencio sea siempre tu mejor respuesta.