
Cómo luchar contra lo que no se ve. Cómo transmitir lo que no nadie más puede sentir. Por fuera, todo es calma y monumento. Por dentro, quema la garganta y es infierno. Día tras día no dejo de sentirme sucia jugando esta ruleta rusa que sé que tengo que perder. No me sé la única en llenar los recovecos con pastillas que me permitan soñar despierto, y olvidar por un momento que mi vida está vacía y yo siempre condenada a morirme desangrada, pues no encuentro en mis adentros las palabras que algún día me cansé de repetir. Vivo atada a un bote salvavidas mientras navego a la deriva entre los restos de un naufragio con tal de ser feliz. Nunca he sabido si es mejor hundirme o flotar, o simplemente soltarme y dejarme llevar por la marea que me recuerda que no puedo estar en paz. Hoy no existe diferencia entre volar y estar aquí. Tristemente me acompaña la conciencia que aunque abra la ventana no logro diluir. No sé si estoy lúcida o lucida, o sólo un tanto perdida entre el dolor y la agonía. Si estoy bien o estoy herida, o si seguir esta delgada línea es lo que me hace sentir mal. Sé que debo de parar y de confiar ciegamente mi vida con extraños, quienes antes de juzgarme se deberían de estar cuidando de que yo me encuentre aquí. Lúcida y lucida: llanto y apatía; después, euforia súbita. Callejones sin salida que me llevan a dudar entre lo que quiero y lo que tengo que aguantar. Jamás arrepentida de haber sido esa niña que nunca se cansó de preguntar: Cómo luchar contra lo que no se ve. Cómo vivir lo que no puedes entender. 23/06/2022