Llorando en el Louvre

Laberinto de pirámides;
aquí abajo descansan emociones
en paredes de cristales
que fueron erigidas
en algún otro momento.

Con seriedad,
alguien se tomó la libertad
de curar los sentimientos
que otros sintieron en verdad
o quizá solo fingieron.

Exhibidos en vitrinas,
otros más colgados.
Corazones rotos
y vilezas
a la vista de turistas
que no hacen nada más
que tomarse fotos
mientras las hordas van pasando
y todo el mundo mira.

Quién pudiera ser como ellos
y caminar indiferente
ante los rostros
que claman por ayuda
y lloran frente a todos.

Hoy se miran los fantasmas
a los ojos como siempre:
esperando encontrar en el reflejo
una persona
que les diga
que también sabe lo que sienten.

Pero aquí son pocos los espectadores
que sonríen a cuadros
nerviosamente
sin saber qué está pasando.
Descifrar lo que hay detrás de cada uno
es un enigma
Que muchos prefieren
mantener en el anonimato.

Apreciar lo que los demás sintieron
a lo largo de los años
no es tarea sencilla,
sobre todo si tienes sólo hora y media
y afuera un autobús
que te espera a la salida.

Cuántos se tomarán el tiempo
de apreciar las heridas y fisuras
que nos causa la existencia
y cómo la vida nos va decolorando.

Cuántos nos saben incompletos
y se preguntan qué nos hace falta
o se imaginan cómo éramos
antes de rompernos.

Cuántos nos observan a lo lejos
y se ponen a pensar
en nuestro origen
y cómo es que hasta aquí llegamos.

Cuántos pasan con tranquilidad
a nuestro lado
y creen que fungen como héroes
cuando en realidad son ellos
los que nos tienen secuestrados.

03/01/23